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El litio no solo es vital en autos eléctricos y dispositivos electrónicos: también sostiene la exploración espacial. Sus baterías, livianas y con alta capacidad de almacenamiento, se usan en satélites, telescopios y misiones a Marte.
El satélite Proba-1 de la Agencia Espacial Europea demostró su fiabilidad al seguir activo 23 años después de su lanzamiento con baterías de litio. En paralelo, proyectos como UNILITIO-SAT en Argentina buscan desarrollar celdas nacionales para equipar satélites propios.
En Marte, donde las temperaturas extremas y las tormentas de polvo desafían la energía solar, los rovers Curiosity y Perseverance (vehículos robóticos motorizados) dependen de sistemas basados en litio para funcionar durante años. Así, este metal se consolida como un recurso esencial en el camino de la humanidad hacia el espacio profundo.
La carrera espacial del siglo XXI no se entiende sin el litio. Este metal liviano, altamente reactivo y con una densidad energética superior a otros materiales, se convirtió en la opción preferida para almacenar energía en condiciones donde no hay margen para el error. La exploración de la órbita terrestre, las observaciones astronómicas y las misiones a Marte dependen de baterías que aseguren autonomía, estabilidad y larga vida útil.
Es por esto que, lo que antes parecía un recurso limitado a celulares o computadoras, hoy se reconoce como un componente fundamental para sostener proyectos espaciales. Y en cada misión, el litio demuestra que puede superar las exigencias del vacío, las variaciones de temperatura y la radiación cósmica.
Baterías de litio en satélites
Los satélites necesitan un suministro constante para operar sus sistemas de comunicación, cámaras y sensores. Es ahí donde las baterías de litio demostraron una ventaja frente a tecnologías anteriores como las de níquel-cadmio.
Un caso emblemático es el del satélite Proba-1, lanzado por la Agencia Espacial Europea en 2001. Fue el primero en usar baterías de ion-litio en órbita y, contra todo pronóstico, continúa funcionando más de dos décadas después. Según informó Europa Press, este satélite pionero en el tema sigue operativo tras 23 años en órbita.
En Argentina, también existen desarrollos en esta línea. El proyecto UNILITIO-SAT, coordinado por el Ministerio de Ciencia, buscó producir baterías de litio nacionales para satélites. La meta fue diseñar celdas capaces de soportar cuatro años de funcionamiento estable en el espacio, reduciendo la dependencia de proveedores extranjeros y potenciando la industria espacial local.
Telescopios y misiones científicas: estabilidad energética
Los telescopios espaciales requieren estabilidad eléctrica para operar instrumentos de altísima precisión. Lo mismo ocurre con sondas que viajan a puntos lejanos del sistema solar.
En un trabajo de la Universidad Politécnica de Madrid, el especialista Jorge García Aldea explicó que las baterías de litio se destacan porque permiten “soportar condiciones extremas de temperatura, vacío y radiación, sin comprometer su capacidad de almacenamiento”. Su relación peso-energía es determinante: cuanto más ligera sea la batería, mayor espacio queda disponible para instrumentos científicos.
La industria también juega un papel clave. Empresas como GS Yuasa desarrollan baterías de litio diseñadas específicamente para satélites modernos. En 2023, la compañía proveyó los sistemas de almacenamiento del satélite japonés Michibiki nº 6, destinado a mejorar la precisión del GPS. El fabricante informó que estos dispositivos garantizan fiabilidad durante al menos una década en órbita.
El rol del litio en la exploración de Marte
Si los satélites ponen a prueba la resistencia de las baterías, Marte representa un desafío aún mayor. En el planeta rojo las noches pueden alcanzar temperaturas de –80 °C y las tormentas de polvo pueden ocultar el sol durante semanas. Para sobrevivir a esas condiciones, los rovers, vehículos motorizados a control remoto diseñados para viajar por la superficie del planeta, deben contar con fuentes de energía confiables.
La Universidad Nacional de La Plata resalta en un informe que las baterías de litio poseen “alta densidad energética, eficiencia en ciclos de carga y estabilidad en entornos donde la recarga no siempre es posible”. Estas propiedades resultan esenciales en Marte, donde la radiación y las temperaturas extremas reducen la vida útil de otros materiales.
En misiones como Curiosity y Perseverance, la NASA utiliza un sistema de energía llamado generador termoeléctrico de radioisótopos (MMRTG), que convierte el calor generado por la desintegración del plutonio-238 en electricidad. Este generador produce alrededor de 110 vatios de potencia al inicio de la misión y carga dos baterías de ion-litio, que se utilizan cuando la demanda energética es mayor, como durante las actividades científicas, que pueden requerir hasta 900 vatios de energía.

Según la NASA, cada batería tiene una capacidad aproximada de 43 amperios-hora. Además, el Departamento de Energía de EE. UU. estima que este sistema nuclear puede funcionar de manera confiable durante más de 14 años, lo que garantiza operaciones continuas en Marte.
El litio se transformó en un aliado silencioso de la exploración espacial. Desde prolongar la vida útil de satélites en órbita terrestre hasta soportar el frío marciano, sus baterías se convirtieron en una tecnología sumamente importante.
En paralelo, países como Argentina buscan avanzar en su producción nacional, convencidos de que el futuro del espacio también depende de la autonomía energética.
